
El caballo galopa sobre la llanura desnuda. El labio de fuego del sol besa su pelambre. Plumas del viento acarician sus crines. El enérgico
cuadrúpedo se detiene. Y bufa, cocea, libre, salvaje. Dentro de su anatomía caliente pululan sus símbolos. El caballo como manifestación del movimiento cíclico de la vida, por ejemplo. Míticos corceles surgen de las ondas del mar luego de ser delineados por el tridente de Neptuno. Seres que emergen del caos amorfo de las profundidades marinas; seres que expresan la vida creada, la forma viviente. Para Paul Diel, el caballo es expresión simbólica del instinto, del volcán del deseo desenfrenado.

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